Coronavirus: Lucha contra la Pandemia - Protección a los trabajadores migrantes

18 March 2020 15:03


Foto: Kyaw Soe (Kawthoung) Global New Light of Myanmar

*Publicación de blog escrito por el Secretario General de la ICM, Ambet Yuson

El coronavirus o COVID 19 es un problema global. Nadie está protegido a causa de la nacionalidad especificada en su pasaporte, su país de origen o residencia. Los planes para enfrentar la crisis que probablemente sean más efectivos son aquellos vinculados con la exposición, no aquellos que toman parecer de factores irrelevantes. Las condiciones para la transmisión de la enfermedad, las personas obligadas a vivir y/o trabajar en proximidad con otras personas son especialmente vulnerables. Reducir el riesgo depende no solo de tomar medidas para protegerse, sino también de proteger a los demás.

Los sistemas de salud pública, para defender a toda la población, deben proteger a los más vulnerables. Cada vez está más claro que las desigualdades que se han desarrollado y se han exacerbado en las últimas décadas están afectando la atención y el tratamiento brindados a quienes están excluidos o infravalorados por la sociedad. 

A menudo son aquellos que han estado fuera del alcance de la atención médica y/o no tienen acceso a información vital de prevención. Entre las personas más vulnerables se encuentran los trabajadores migrantes. Esta población suele vivir en condiciones de hacinamiento. 

El coronavirus es un problema de salud y seguridad ocupacional para los trabajadores migrantes y otros trabajadores. Eso también significa que aquellos que no cuentan con protección básica y habilidades en esa área probablemente estarán más expuestos. 

Los trabajadores que realizan trabajos precarios a menudo carecen de derechos y protecciones, incluso si su empleo es legal. Esto puede incluir contratos de trabajo poco claros, a corto plazo, de cero horas, trabajadores por cuenta propia, trabajadores enviados por agencias de contratación laboral u otros que no tienen una relación laboral regular. Los trabajadores migrantes se encuentran, desproporcionadamente, en condiciones laborales precarias e inseguras. 

Muchos migrantes son excluidos de servicios médicos o tienen miedo de buscarlos. En los Estados Unidos, por ejemplo, hay muchos trabajadores irregulares que no tienen acceso a la atención médic y son reacios a buscar asistencia. Están, en efecto, en las líneas laterales; algo que se ha vuelto, ahora más que nunca, peligroso para todos.

También debemos tener en cuenta que los trabajadores migrantes son necesarios para hacer frente al coronavirus. Muchos trabajadores migrantes trabajan en servicios de salud y otros servicios vitales. Sin embargo, si sus entornos diarios, la atención médica y condiciones no son adecuadas, pueden exponerse al virus.

De igual manera, debemos considerar a los trabajadores transfronterizos. En muchos países de Europa, sus derechos están protegidos y se benefician de las protecciones sociales a través de empleadores y gobiernos. Sin embargo, en gran parte del mundo, esas protecciones son muy poco frecuentes. A menudo perderán ingresos o empleo por completo y no tendrán una protección sanitaria mínima y, cuando caigan, no serán atrapados por ninguna red de seguridad social.  

Los gobiernos y los empleadores deben asegurarse de que la información relacionada con la contratación y transmisión del virus esté disponible para los migrantes en varios idiomas, cuando sea necesario. Como mínimo, todos deberían tener la posibilidad de hacerse la prueba del coronavirus (en algunas circunstancias, como en caso de hacinamiento, las pruebas deben usarse como medida preventiva) y las pruebas deben ser gratuitas. Todos los trabajadores deben seguir siendo remunerados, aún si resultan positivo para COVID 19. Los hospitales, clínicas y otras formas de atención y tratamiento deben ser adecuados y estar equipados para tratar a los migrantes. 

En los Países de Cooperación del Golfo (CCG), donde la construcción y muchos otros servicios dependen de los trabajadores migrantes, miles de obreros están alojados en lugares confinadas. La ICM ha visitado muchos alojamientos en Qatar en los últimos años. Incluso las mejores instalaciones están densamente pobladas y, debido al calor, están cerradas. Es el mismo principio que con los ejemplos más conocidos de cruceros, donde el virus puede propagarse entre un grupo reducido de personas. En algunas situaciones de cierre, pueden surgir problemas de acceso a alimentos, agua limpia, saneamiento y otras instalaciones.

Además de ampliar los servicios de salud, el COVID 19 está interrumpiendo la educación y otros servicios. En aquellas partes del mundo donde las masas de refugiados, solicitantes de asilo y migrantes se encuentran en centros de detención o campamentos donde la atención médica y la higiene, en las mejores circunstancias, a menudo son pobres, el virus podría propagarse rápidamente. 

Una de esas zonas de peligro es Lesbos en Grecia, donde las armas reales son los seres humanos que han sido desplegados por parte de Turquía y Grecia como parte de su conflicto político. Alrededor de 20,000 personas están dentro o cerca del Campo de refugiados Moria, viviendo en condiciones de pésima higiene y poca atención médica. La situación se ha visto agravada por un ataque de vigilantes que, entre otras cosas, prendieron fuego a un almacén donde se guardaban alimentos. El primer caso confirmado de COVID 19 ha sido ya confirmado. Las condiciones de hacinamiento en el campamento y la región circundante proporcionarán una incubadora ideal para el virus y facilitarán su propagación entre refugiados y no refugiados por igual. 

Desafortunadamente, estamos viendo grupos anti-migrantes y partidos políticos usando el miedo al coronavirus como otra razón por la cual los migrantes y refugiados deben ser detenidos en la frontera. Todas las medidas deben tomarse por razones científicas y de salud basadas en la exposición y el riesgo y no por razones políticas. 

Filippo Grandi, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados y Michelle Bachelet, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, escribieron en un artículo en el “Telegraph”, 

"Los migrantes y los refugiados, independientemente de su estatus formal, deben ser una parte integral de los sistemas y planes nacionales para combatir el virus. Muchas de estas mujeres, hombres y niños se encuentran en lugares donde los servicios de salud están sobrecargados o inaccesibles".

"Pueden estar confinados en campamentos, o vivir en barrios marginales urbanos donde el hacinamiento y las condiciones sanitarias con pocos recursos aumentan el riesgo de exposición".

"También es vital que cualquier ajuste de los controles fronterizos, restricciones de viaje o limitaciones a la libertad de movimiento no impidan que las personas que huyen de la guerra o la persecución accedan a la seguridad y la protección".

"Más allá de estos desafíos inmediatos, el camino del coronavirus también pondrá a prueba nuestros principios, valores y humanidad compartida".

El COVID 19 es un gran desafío para el mundo. Es un caso dramático de necesidades comunes de la comunidad global que necesitan solidaridad. Yo diría que lo mismo también es cierto para una amplia gama de problemas sociales, económicos y ambientales, pero este es un ejemplo fácil de entender como parte de una preocupación de salud y bienestar. 

La reacción a esta crisis debe ser fuerte y exhaustiva. Debe también aprovechar la mejor evidencia científica y prácticas de salud disponibles, así como basarse tanto en el sentido de urgencia como en el sentido común. Pues, aunque esté destinado a fracasar, el pánico intentará proteger a unos pocos, sin tomar en consideración que para cuidar de esos pocos es necesario protegerlos a todos.