ICM: Fin a la desigualdad de acceso a vacunas
(Foto: Siphiwe Sibeko/Reuters)
La desigualdad con respecto al acceso a las vacunas prolongará la pandemia del COVID 19: Con el 60 por ciento de las personas de países de ingresos más altos vacunadas, en comparación con tan solo el uno por ciento de las personas en los países pobres, la pandemia no terminará pronto y los países continuarán experimentando una ola tras otra de casos de COVID19, lo que costará millones de vidas.
La desigualdad de el acceso a las vacunas es irresponsable: Con la distribución desigual de la vacuna a nivel mundial, el mundo corre el riesgo de mutaciones peligrosas y más mortales, que podrían hacer que las vacunas sean menos efectivas y, de nuevo, nadie estará seguro, ya sea que viva en un país rico o pobre. Una enfermedad infecciosa como el COVID-19 seguirá siendo una amenaza a nivel mundial mientras exista en cualquier parte del mundo.
La desigualdad de acceso a vacunas socavará la recuperación económica mundial: Sin un acceso igualitario a las vacunas, la recuperación económica será desigual entre los países. Nuestras economías están conectadas por cadenas de suministro globales que se ven afectadas por la escasez y los aumentos de precios que son el resultado de retrasos en el transporte y menor producción productiva, debido a la respuesta contra el COVID-19. Las bajas tasas de vacunación han demostrado ser muy perjudiciales para las exportaciones, en particular de componentes procesados, lo que afecta a las cadenas de suministro. Si bien los países subvacunados son los más afectados, también existen implicaciones económicas más amplias para el resto del mundo. Si una gran parte de la población no está vacunada, los países no pueden reabrir por completo y esto también ha perjudicado las perspectivas de crecimiento. Un estudio de The Economist Intelligence Unit (EIU) calcula que los países que han vacunado a menos del 60 por ciento de su población a mediados de 2022 pueden perder 2,3 billones de dólares en producción entre 2022 y 2025 ,y que dos tercios de esta cifra serán sufragados por países con mercados emergentes. Una menor producción se traduce en menos puestos de trabajo, lo que conduce al subempleo y la informalización; que ejerce una presión a la baja sobre los salarios, erosiona las condiciones laborales y socava el sindicalismo. Entre los más afectados se encuentran los trabajadores migrantes y las comunidades que dependen de las remesas, siempre que la pandemia de COVID-19 provoque restricciones de movilidad e incertidumbre en los viajes a nivel mundial.
La desigualdad de acceso a vacunas es el resultado del nacionalismo: Según las Naciones Unidas, en 2021 se producirán suficientes vacunas para cubrir el 70 por ciento de la población mundial de 7.800 millones. Sin embargo, la mayoría de las vacunas se reservan para los países ricos, mientras que otros países productores de vacunas restringen la exportación de dosis para asegurarse de que sus propios ciudadanos se vacunen primero. Esto es lo que se considera como "nacionalismo de vacunas". La OMS ha establecido un objetivo mundial de vacunar al 70% de la población de todos los países a mediados de 2022, pero para alcanzar este objetivo será necesario un acceso más equitativo a las vacunas.
La desigualdad de acceso a vacunas es una injusticia: Existe la responsabilidad moral de llevar más vacunas a los países subvacunados. Si bien en 2020 las muertes por COVID-19 parecían no discriminatorias en función de la riqueza, ahora más personas pobres soportan la peor parte de los casos de COVID-19 y la mortalidad relacionada a esta enfermedad, ya que tienen un acceso inadecuado a las iniciativas de salud pública y atención médica.
La desigualdad de acceso a vacunas socava el desarrollo humano: El pronóstico de recuperación económica más lenta en los países de ingresos bajos y medianos bajos tendrá un impacto duradero en el desarrollo socioeconómico al retrasar el progreso en décadas. La distribución desigual de las vacunas profundizará la desigualdad y la pobreza. La investigación del PNUD muestra que la brecha de pobreza entre países aumentará, y que para 2030, ocho de cada diez personas empujadas a la pobreza debido a COVID-19 vivirán en países en el extremo inferior del desarrollo humano. La mayor carga caerá sobre los y las habitantes de África. Hasta 169 millones de personas podrían verse sumidas en la pobreza extrema en estos países para 2030.
ICM exige el fin inmediato de la desigualdad de acceso a vacunas
Instamos a las Naciones Unidas, las agencias multilaterales internacionales, las Instituciones Financieras Internacionales y los gobiernos a que proporcionen recursos y creen un espacio político para garantizar que todas las personas, en cualquier lugar del mundo, tengan igual acceso a las vacunas para protegerse contra la infección del COVID-19 y que amplíen la labor de asegurar una mayor cantidad de vacunas disponibles a nivel mundial.
Hacemos un llamado a las compañías farmacéuticas como Pfizer, Moderna y Johnson y Johnson para que pongan fin a esta práctica de priorizar las vacunas para los países ricos y permitan que otros fabricantes produzcan sus vacunas, incluida la posibilidad de una propuesta de exención temporal de los derechos de propiedad intelectual sobre los productos farmacéuticos relacionados con el COVID19.
Hacemos un llamado a los gobiernos, el capital privado y las Instituciones Financieras Internacionales para que tomen decisiones políticas e inversiones audaces para la recuperación económica, así como en áreas de gobernanza, protección social, economía verde y digitalización que prioricen el desarrollo centrado en el ser humano para abordar la desigualdad y la brecha de pobreza y para acelerar un futuro radicalmente diferente y justo.