Secretario General de la ICM: Cumplimiento de de derechos en el terreno
"¿Dónde, después de todo, comienzan los derechos humanos universales? En lugares pequeños, cerca de casa, tan cerca y tan pequeños que no se pueden ver en ningún mapa del mundo [...] Si esos derechos no tienen un significado allí, tienen poco significado en cualquier lugar. Sin una acción ciudadana concertada para defenderlos cerca de casa, buscaremos en vano el progreso en el mundo general".
Eleanor Roosevelt, Presidenta del Comité de Redacción de la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948).
La comunidad internacional ha producido un impresionante conjunto de normas universales de derechos humanos. Expresan y encarnan valores humanos esenciales. Muchos se han desarrollado aún más en torno a otras normas. Por ejemplo, la Organización Internacional del Trabajo, también en 1948, adoptó el Convenio 87 sobre la libertad sindical y el derecho de sindicación y, un año después, el Convenio 98 sobre el derecho de sindicación y negociación colectiva.
La ICM apoya las convenciones de derechos humanos, su ratificación e implementación nacional. Esas leyes deben aplicarse; por tanto, debe existirse un poder judicial independiente para hacer que los gobiernos cumplan sus compromisos. Sin embargo, como dijo la Sra. Roosevelt, los "lugares pequeños, cerca de casa" dan cuenta de la necesidad de que el estado real del respeto a los derechos humanos y de la vitalidad de la democracia solo puede juzgarse en los barrios y en los lugares de trabajo.
Derechos humanos en el terreno
Hay democracias que han ratificado todos los convenios fundamentales de derechos humanos, que han puesto sus leyes en conformidad con ellos y cuentan con inspección del trabajo y otros mecanismos de aplicación. Sin embargo, incluso allí, demasiados trabajadores, cuando llegan a laborar, deben dejar sus derechos humanos en la puerta y solo pueden volver a recogerlos cuando salen.
Eso no significa que las buenas leyes, un poder judicial independiente y procesos democráticos no sean importantes, sino que no son suficientes. En palabras del juez estadounidense Learned Hand: "la libertad está en el corazón de .os hombres y las mujeres; cuando muere allí, ninguna constitución, ninguna ley, ningún tribunal puede salvarla; ninguna constitución, ninguna ley, ningún tribunal puede hacer mucho por ayúdaloa…". Por eso, tanto hombres como mujeres tienen que proteger sus derechos y deben hacerlo juntos, si quieren ser libres.
Mediante la autoorganización, las personas pueden defender sus propios intereses. También pueden utilizar eficazmente las leyes y los mecanismos de aplicación. Los derechos humanos pertenecen a todos. Nunca pueden ser asunto de otros, como tampoco la democracia puede ser propiedad de los líderes.
La ICM lucha por unos estándares laborales internacionales sólidos, trabaja con sus afiliadas para lograr leyes y su debido cumplimiento de calidad. De igual manera, la ICM exige que las empresas respeten los derechos humanos, independientemente de si los gobiernos las obligan a hacerlo o no.
Nuestro propósito; sin embargo, no es lograr que los Estados o las empresas se ocupen de los trabajadores. Se trata, más bien, de permitir que los trabajadores ejerzan sus derechos y se cuiden. Para proteger los derechos humanos en el trabajo, solo los trabajadores y sus organizaciones pueden hacerlo, pues solo ellos saben exactamente lo que pasa y están todos los días para hacer valer y defender sus derechos.
Hacer sindicalismo también tiene que ver con la dignidad humana. Los sindicatos de trabajadores permiten a los trabajadores la posiblidad de mirar a sus jefes directamente a los ojos. Con las complicadas estructuras de la globalización, eso se vuelve más difícil cada día si se lucha de manera individual. Es por eso que la ICM trabaja duro para conectar a los trabajadores y sus sindicatos con sus verdaderos jefes, aunque esos jefes estén al otro lado del mundo.
La pandemia y los Derechos humanos
(Foto: Front Line Defenders)
En 2020, nos golpeó un desastre natural, el COVID-19. Sin embargo, esta enfermedad también es un desastre humano. La incapacidad de los líderes para hacer frente con eficacia a la emergencia sanitaria y las consiguientes crisis sociales y económicas son sin lugar a duda un "error humano".
Varias crisis han agravado problemas de larga data, muchos de los cuales afectan la protección y el respeto de los derechos humanos. La gente es más consciente de los problemas, pero la pregunta es si la conciencia adicional conducirá al progreso.
Entramos a la pandemia con graves divisiones e injusticias. Inclusos, esas divisiones han empeorado. Hay una pandemia de desigualdad. La riqueza y el poder se han concentrado más. Las desigualdades de todo tipo son peores y ponen en peligro la estabilidad social. Los signos de esta tendencia incluyen la regresión en la igualdad de género, incluido un aumento de la violencia contra las mujeres, la hostilidad hacia las minorías étnicas u otras minotrías, los migrantes y los refugiados. Al mismo tiempo, hemos visto un crecimiento récord en el número de personas desesperadamente pobres o multimillonarias.
La pandemia y las crisis relacionadas con ella también han dañado la democracia. Según un informe reciente, Democracia en Cuarentena, de Freedom House: "desde que comenzó el brote del coronavirus, la democracia y los derechos humanos ha empeorado en 80 países. Los gobiernos han respondido con abusos de poder, silenciando a sus críticos y debilitando o cerrando instituciones importantes, a menudo socavando los propios sistemas de rendición de cuentas necesarios para proteger la salud pública".
Los sindicalistas han estado entre las víctimas de limitaciones a la libertad de expresión y asociación "justificadas" por la necesidad de combatir el virus en países como Bielorrusia, Filipinas y Hong Kong. A pesar de los peligros, los sindicalistas valientes son líderes en la lucha contra el autoritarismo.
Los trabajadores con representación sindical tienen voz en el trabajo. Durante la pandemia, eso significa la defensa de la salud y la seguridad en el trabajo, el diálogo social y la participación de los gobiernos para amortiguar los golpes económicos.
Como en tiempos más tranquilos, los sindicatos también brindan esperanza a la gran y creciente "clase baja" de trabajadores en precariedad.
Las raíces populares y la capacidad de los sindicatos para emprender acciones colectivas hacen de los sindicatos un elemento esencial de la infraestructura de la democracia tanto industrial como política.
Cambiando el equilibrio del poder
La pandemia ha tenido un impacto profundo y perturbador en nuestras vidas. Las grandes disparidades e injusticias son visibles para muchos más allá de nuestras filas, incluidos los líderes. Eso significará un concurso de orientaciones y enfoques.
En otras palabras, el mundo pospandémico representrá un conflicto entre aquellos que quieren volver a la "normalidad" y aquellos que quieren acelerar el cambio progresivo para que la normalidad prepandémica nunca regrese.
El poder es como un imán. Las cosas tienden a moverse en su dirección. Eso significa que si se va a producir un cambio real y sostenible, debemos cambiar el equilibrio de poder.
Este es un raro momento para inclinar la balanza hacia la justicia social. Es el momento de favorecer a quienes tienen muy poco sobre, darles ventaja sobre la continua acumulación de riqueza de unos pocos que tienen demasiado. Necesitamos un crecimiento económico que sea verde y que privilegie los buenos empleos y las comunidades sustentables.
Este es el momento de recordar a los gobiernos su compromiso con los objetivos de desarrollo sostenible. Es el momento de comenzar a globalizar la justicia social y de dar nueva vida a la solidaridad internacional y las instituciones globales.
Hacer que suceda el cambio implica propósito y organización. Requiere dedicación y perseverancia. Significa construir alianzas.
Si queremos ayudar a construir el cambio, nunca debemos olvidar que no existe una fuerza global más grande o más solidaria que la del movimiento sindical.
Los colosales desafíos a los que nos enfrentamos no pueden ni serán enfrentados por individuos aislados. Como dice el proverbio africano: "Si quieres ir rápido, ve solo. Si quieren llegar lejos, vayan juntos".